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viernes, 27 de marzo de 2015

Pasión y Locura


Hola gente, este es un breve cuento que lo escribí, espero que les guste. Cualquier consulta o surgerencia escriban.


Pasión y Locura

A lo largo del siglo XIX los europeos emprendieron una verdadera carrera de ultramar sin precedentes, conquistando territorios, colocando a toda la esfera terrestre bajo su misma órbita.
Los ingleses, franceses y alemanes fueron los países destacados en esta expansión. Ellos estaban orgullosos del progreso alcanzado, de sus conocimientos y todos sus ciudadanos apoyaban esta iniciativa de llevar la luz del progreso a quienes aún vivían en las tinieblas.
Emmanuel era un francés, hijo único de un descollante marinero y una directora de una prestigiosa escuela de la ciudad de París. Transcurrió su niñez como cualquier niño de clase media de la época, jugando con sus amigos de barrio, yendo a la escuela. En los ratos libres a la hora de la siesta iba hasta el muelle para poder ver si su padre llegaba de viaje, ya que constantemente viajaba, realizando expediciones.
Al pasar los años Emmanuel ya era todo un adolescente. Un día sentado en el patio de su casa vio que cruzaba por un sendero enfangado a una muchacha de cabellara larga y dorada, y una tez bronceada. Ella estaba tan lánguida que él se acercó esquivando los grandes charcos de barro producido por las incesantes lluvias que se habían desatado en París.
Se paró frente a ella y logró ver su rostro, sus cejas arqueadas y la nariz respingada. Le preguntó con sus dos manos ubicadas en la cintura, pareciéndose a la figura de un jarrón griego.
¿Tú no eres de por aquí verdad? ¿Necesitas ayuda?
A lo que la chica responde con una voz tenue
No, es verdad, no soy de aquí. Recién salgo de trabajar.
Y con una voz casi suplicante le pidió un vaso con agua. Ã?l fue corriendo hasta su casa a buscar algo para que la muchacha bebiera. Al regresar con el vaso de agua en la mano le preguntó por su nombre. Ella lo miró con sus ojos azules que se parecían a un océano, los parpados se le cerraban cansados de la agotadora jornada laboral, y respondió
Marie
Juntos los dos se quedaron charlando mientras ella tomaba el agua. Marie le contó de la gran injusticia que vivía, ya que con sus escasos catorce años debía trabajar hasta dieciséis horas por día en la fábrica para poder mantener a sus dos hermanos menores. Que el patrón empedernido maltrataba a los trabajadores
Luego de beber el agua ella agradeció el gesto de amabilidad del muchacho, y siguió caminando lentamente.
Sin embargo a Emmanuel la parrafada que acababa de tener lo impactó, lo dejó patidifuso. Aunque él anteriormente había escuchado rumores de cómo las personas eran explotadas, que trabajaban en condiciones insalubres. A sus trece años nunca se imaginó que la realidad fuera tan cruel.
Esa noche, cuando estaba ubicado en la mesa de mantel blanco, rodeado de utensilios faustosos, sentado junto a su madre Charlotte, él le pregunta curioso a su madre sobre la situación de los trabajadores de la fábrica. Ella bajó su vista hacia los mosaicos del suelo, hacia un punto imaginario, pensativa. Luego lo miró a sus grandes ojos azules, tratando de explicarle de forma sencilla la ardua vida del obrero.
Ellos trabajan duramente, sin descanso. El patrón asimila al humano con una máquina, y se aprovechan de la gran desocupación que hay.
El chico observó a su madre y le dijo con toda su inocencia:
¿Se puede revertir la situación?
Y ella responde
¡Claro que sí! Pero es muy difícil, ya que los patrones tienen mucho dinero.
Luego de cenar Emmanuel, mientras rascaba su alborotado cabello castaño como el de una espiga dorada por el sol le pregunta a su madre cuando iba a volver su padre del viaje.
Ella se acerca hasta donde el chico y le dice
Tu padre va a volver pronto â?? le acarició la tez clara y suave como la de un peluche de algodón- tu padre te ama, pero tiene que viajar, ya que es parte de su trabajo. Pero pronto tiene que regresar de esas tierras lejanas de Oriente.
Ã?l le miró con sus ojos azules que se parecían al océano Antártico y sonrió con una mueca de comprensión.
Al día siguiente Emmanuel se levantó temprano para realizar las compras de ropa, porque esa noche junto a su madre tenían que asistir a un concierto. Ya en el evento, sentado en las butacas de rojas terciopelo, estrenando su nuevo pantalón largo de seda fina el adolescente disfrutó la gran orquesta. Hasta inclusive le pidió a su mamá para que lo anotara en una escuela de música porque quería aprender a tocar el violoncelo, ese instrumento que le había captado la atención todo el espectáculo.
Así pasaron los siguientes dos meses hasta que en la ciudad se corrió la noticia de que un barco se aproximaba al puerto, era el barco del padre de Emmanuel.
Corriendo se fueron a recibirlos la madre y su hijo al puerto. Por la escalera del enorme barco se acercaba un hombre recio y fuerte como un roble, de espesa barba blanca, de tez tostada a causa de tantos días bajo el sol, con un traje azul oscuro y su â??bonnet de matelotâ?? negro. Era el padre de Emmanuel, el capitán Luis Delasiux.
El chico corrió hasta donde el padre y se lanzó hacia sus fuertes brazos, abrazándolo entre llantos de felicidad. Detrás del chico iba su madre, quien al llegar besó a Luis mientras agradecía a Dios por haberle traído de vuelta con vida.
Se fueron a su casa, cuando llegaron Luis se recostó sobre el sillón de mimbre raído que tanto apreciaba y comenzó a toser, su esposa le preguntó qué era lo que le sucedía y él contesta
No es nada, solo una simple gripe que me contraje en las tierras lejanas de Annam
Su esposa lo miró preocupada, pero continuó preguntando por el viaje, por sus aventuras. Luis sonriente le contaba las extrañas formas de vida que tienen en el oriente y hasta le prometió al joven Emmanuel, quien escuchaba atento a su padre, de llevarle a esas tierras lejanas para que las conozca.
Al pasar tres semanas, el padre de Emmanuel no se podía ya levantar de la cama. Su esposa llamó enseguida al senil médico de la familia, quien al llegar y revisar al paciente, lo diagnostica de una fiebre muy avanzada producto de la infección de una herida en su pierna izquierda. Le aplicó una inyección, diciéndole que continúe en reposo. El médico llamó a Charlotte al corredor de la casa para comunicarle sobre la gravedad de la situación, denotándole que la ciencia no podía hacer frente a la causa, ya que había pasado mucho tiempo, y de que la vida de su marido dependía de la voluntad de Dios.
Ella comenzó a llorar, pero al ver que su hijo salía de la recamara se secó rápido las lágrimas diciéndole que su padre pronto se recuperaría, tratando de sosegar al adolescente.
Luis pasó las siguientes tres semanas con una fiebre elevada, con frecuentes delirios, su esposa e hijo no sabían que más hacer. Recorrieron todas las iglesias, todos los doctores, a lo mejores especialistas de Paris, pero nadie lograba que se recuperase. Ni siquiera la hermosa melodía que le tocaba Emmanuel todas las tardes con su apreciado violoncelo.
Un día el padre llamó al chico, hizo que se sentara a su lado y con gran dificultad para pronunciar palabras, casi despidiéndose, con sollozo le dijo que cuidara de Charlotte, que él siempre estuvo orgulloso de la familia que había formado. Emmanuel tomó de la mano fría de su papá, como no queriéndolo perder nunca, aferrándose a lo imposible, lo miró a los ojos pero no dijo nada.
Esa misma tarde cuando el chico volvía de la escuela encontró a su madre sentada sobre la ancha escalera del frente de la casa, llorando desconsoladamente, y sin pronunciar palabras comprendió lo sucedido. Se acercó a ella y la abrazó con todas sus fuerzas, y juntos lloraron hasta el cansancio por la pérdida irreparable de su ser querido.
Pasaron los meses y Emmanuel se comportaba como todo un adulto. Su madre continúo ejerciendo el trabajo de directora de escuela, por lo que en las tardes el adolescente se quedaba solo en casa. En ellas él comenzaba a escribir sus primeros versos acerca de la vida, de sus interrogantes de que era el mundo para él, y no podía faltar la temática del amor, para ello escribió un soneto en donde la joven Marie era la protagonista.
La espina clavada en el corazón por la muerte de su padre había creado un vacío interior que no se llenaría nunca, y aquella promesa de ir juntos a las tierras lejanas de oriente que nunca la concretaron hacía que el chico llorara por las noches abrazándose a su almohada.
Al pasar los años Emmanuel cambió su figura, ya no era aquel chico rellenito de dedos cortos, en donde su flequillo alborotado ocultaba toda su frente hasta casi llegar a sus ojos. Sino que ahora su contextura física era esbelta, tenía un cuerpo de atleta como si se pasara todo el día realizando actividad física. Se había recortado el cabello, con mechones sueltos en donde dejaba al descubierto sus cejas rectas y sus grandes ojos azul helado, que penetraban al mirar.
Ã?l quería ingresar a la escuela de navegación, para llegar a ser algún día un destacado navegante como lo fue su padre. Le pidió a su madre para que lo anotara y ella lloró, ya que no quería perder nuevamente a un ser querido. Pero que más podía hacer si su hijo ya era todo un adulto. Le miró a los ojos y le dijo.
Está bien mi hijo querido, esta misma tarde iremos a anotarte.
Emmanuel inició una nueva etapa en la vida. Con un traje blanco puro, se fue al puerto. Luego de hacer todos los trámites y a punto de zarpar, él se acercó a su madre y secándole las lágrimas que corrían por sus rosadas mejillas al igual que corre un rio en busca del mar, le miró con sus ojos penetrantes y abrasándola le pronunció
Tranquila madre, pronto volveré siendo un destacado navegante de la marina como lo fue mi padre.
Se despidió y el barco zarpó por las gélidas aguas.
Durante el viaje Emmanuel se hace de nuevos compañeros, pero a quien le tuvo un gran cariño fue a Fabrice, quien era hijo de un notable comerciante de París. Juntos formaron un gran dúo para las distintas faenas que debían de realizar en la embarcación.
Después de semanas de navegación llegaron a la isla de Madagascar, allí desembarcaron para proveerse de alimentos para continuar su trayectoria hacia el oriente.
En el lapso de espera para zarpar nuevamente, Emmanuel pudo notar las condiciones de injusticia que tenían que vivir la población nativa, al arrebatarles sus antiguas formas de vida e imponerles las problemáticas industriales del hombre Europeo.
Partieron nuevamente y el chico se fue a encerrar en la habitación, en ese momento su amigo de viaje Fabrice se acerca para ver qué era lo que sucedía, y encontró a Emmanuel llorando afligidamente sobre la cama, sus lágrimas se deslizaban por su joven rostro como las aguas de las cataratas Victoria.
Entonces Fabrice caminando lentamente, se aproxima para ofrecerle consuelo y le preguntó
¿Qué te sucede Emmanuel?
El joven le responde, mientras se secaba sus lágrimas con sus dos manos blancas cubiertas de callos
Es que me puse nostálgico. Recordé a mi padre, quien falleció, y que juntos íbamos a realizar este viaje al oriente.
Fabrice lo abrazó diciéndole que todo iba a estar bien, que seguramente su padre estaría orgulloso en donde sea que estuviese.
Por fin llegaron a Oriente. Emmanuel ansioso, ni bien se detuvo el barco quiso bajar a conocer esas tierras tan anheladas.
Desembarcaron en Annam, de allí siguieron por vía terrestre, caminando durante varios días hasta llegar a Tonkín, con la misión de cobrar impuestos y establecer nuevos mercados.
Pero en Tonkín los nativos organizaron una sublevación en contra del gobierno impuesto, en donde casi asesinan al capitán del navío francés. Esto no sucedió por la gran eficacia para solucionar los problemas que tuvo el dúo Emmanuel-Fabrice, quienes pudieron resolver la situación de manera estupenda, capturando al líder de la resistencia en una maniobra espectacular.
Por esta gran hazaña, cuando regresaron a Francia, a Emmanuel y a Fabrice les otorgaron una medalla de honor por la valentía demostrada en los acontecimientos de Tonkín. Obtuvieron el cargo de General de la Marina Francesa. Esa misma noche realizaron un gran baile por los logros obtenidos.
Emmanuel vestía con la ropa de la marina, y en el pecho izquierdo de su saco de algodón azul se podía observar las estrellas de su ascenso. Estaba junto a su madre cuando se acercó Fabrice. Ã?ste último saludo cortésmente y le presentó a su prometida, una hermosa mujer de cabellera larga y dorada, su tez era blanca y suave como la seda misma, sus ojos eran azules y brillaban tanto como las perlas que rodeaban su delicado cuello y caían justo sobre el vestido azul turquesa de seda fina.
Era una hermosa dama, y aunque ella no se dio cuenta, Emmanuel ya la conocía, y la recordaba siempre, desde hace muchos años, desde aquel día en el que lo ofreció el vaso de agua ¡Claro que sí! Era Marie, se saludaron, pero Emmanuel no pronunció palabras de aquel día y se mantuvo en el anonimato.
En la velada contaron las anécdotas del viaje a oriente, pero él no podía dejar de mirar a Marie, se había enamorado. Sin embargo no se atrevió a expresar nada, pues ella era la prometida de su amigo y colega.
Esa noche, a pesar de que estaban celebrando sus logros, él se retiró temprano de la fiesta. Saludó a su madre, a Fabrice y a la encantadora Marie y se marchó.
Acostado en la cama intentó dormir, pero no lo consiguió ya que recordaba a cada instante la belleza de Marie. Pensó en que podría hacer ante la conflictiva situación que se le presentaba: luchar por su amor, u olvidarse de la hermosa mujer y continuar con su vida.
Al día siguiente ya tenía una respuesta a ese interrogante, y era la de entregarse por completo al amor que le dictaba su corazón, enfrentándose a las consecuencias que éste acarrearía. Ese día era el cumpleaños de su madre, Emmanuel invitó a Fabrice y su prometida a la fiesta, a la cual concurrieron las personalidades destacadas de Paris.
En un momento del baile, Marie camino hacia la puerta con su figura esbelta, en ese trayecto Emmanuel se cruzó en su camino y le pidió para hablar a solas, y los dos juntos se dirigieron al corredor de la casa.
Llovía torrencialmente, los árboles se inclinaban de un lado a otro, a causa del fuerte viento. Ã?l le miró a los ojos y le pronunció todo el sentimiento de amor que sentía por ella, de que no le importaba que le dijeran que estaba loco, y de que si era necesario iría a pregonar sus sentimientos de amor, porque estaba total y perdidamente enamorado y que estaba seguro de que ella sentía lo mismo.
Marie abrió sus ojos que parecían luces de neón, tratando de comprender lo que sucedía. Ella se disgustó profundamente y le propinó una bofetada por la mejilla y se largó a llorar. Al instante comenzó a correr, escabullándose en el bosque, sin importarle ensuciar su vestido de polizón, de encajes en formas de cascada que tanto apreciaba. Emmanuel la siguió hasta que en un momento la logró alcanzar, tomándola de la mano. Ella se detuvo y lo miró, pero esta vez en su mirar se reflejaba el amor, y le dijo en un tono de desesperación, como queriéndolo soslayar
Sabes que estoy comprometida con tu amigo, no compliques la situación ¡olvídame!
Ã?l respondió mientras deslizaba su mano por el rostro de Marie, acariciándola
Mis sentimientos de amor hacia ti son tan profundos que nunca podré olvidarte, aún te recuerdo de aquella tarde en la que te vi por primera vez cuando salías tan agotada de trabajar.
Entonces ella lo pudo recordar, que era aquel niño que le había dado algo de beber.
La lluvia era cada vez más intensa, Emmanuel se paró frente a ella, colocó sus manos sobre la cintura de Marie y ella lo consintió. Besó sus labios finos rojos bermellón, y juntos se entregaron al amor vehemente.
Luego volvieron a la fiesta, cada uno por su lado, para que nadie se diera cuenta de su aventura. Así pasaron los siguientes tres meses Emmanuel y Marie, encontrándose a escondidas, ocultando su relación.
Hasta que un día, Marie cansada de fingir, decide terminar la relación con Fabrice, diciéndole que la situación no daba para más
Ã?l lo mira turbado, y le dice
¿No entiendo? ¿Qué quieres decir? Acaso no te salvé de la miseria en la que vivías antes de conocerme. Te traté como una reina y así es como me pagas.
Y ella no pudiendo controlar todo el amor que sentía por Emmanuel, le dice mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas
Estoy enamorada de Emmanuel, no me importa vivir con boato, si en el fondo de mi corazón sé que no te amo
Fabrice se levantó aprisa de su sillón y fue a buscar a Emmanuel enfurecido, estaba tan enojado que ni siquiera vio cuando Marie se paró frente a la puerta, intentándolo calmar para que no vaya a cometer una locura.
Cuando Fabrice llegó a la casa de éste, su madre lo recibe, sin saber nada de la situación le dice que Emmanuel no se encontraba en la casa, que tal vez podría localizarlo en el puerto, ya que pasa la mayor parte de su tiempo allí.
Fabrice arribó al puerto y al verle a Emmanuel sentado sobre un viejo asiento de madera a la vera del rio, sin pronunciar palabras le acertó una trompada por su rostro y luego le gritó con todas sus fuerzas, soezmente
¡Traidor! Sabías que la amaba, igual me engañaste.
Emmanuel se quedó en el suelo, limpiándose la sangre que brotaba de su nariz. Al instante se levantó y los dos comenzaron a forcejear, comenzando una verdadera lucha encarnizada para ver quien se quedaba con el amor de la hermosa Marie. En un momento de la pelea, Fabrice se lanza sobre Emmanuel, y éste en un acto de reflejo logró alcanzar del costado derecho de su cinturón un pequeño puñal, el cual hundió sobre el abdomen del joven Fabrice, quien quedó tendido en el puerto agonizando.
Emmanuel huye despavorido a la casa de su madre Charlotte para que le brinde ayuda, pero al contarle lo sucedido su madre no hace otra cosa que llorar y llamar a la policía. Por lo cual el joven huye nuevamente, esta vez a la casa de Marie, quien al verle llegar con la cara desfigurada y la camisa blanca empapada en sangre corre a ayudarlo, pero luego de oír la historia que le contó Emmanuel ella lanzó un grito desgarrador y comenzó a llorar desconsoladamente. Ã?l se acercó para abrazarla pero ella lo rechaza, diciéndole que no quería volver a verlo nunca más en su vida.
El joven general comienza a llorar con la cara entre los dedos, dándose cuenta del terrible error que había cometido, pero en vez de entregarse a la policía, él se escapa y migra en un viejo barco hacia los Estados Unidos, a la tierra de nuevas oportunidades.
Allí vivió los siguientes tres meses de su vida, sin saber nada de su gran amor Marie, ni tampoco de su madre y seres queridos. En sus pensamientos el tormento era constante por aquella vida que acabó con su puñal. Llegó un momento en el que el joven General no podía aguantar más el calvario que llevaba en su vida y estaba dispuesto regresar a las tierras parisinas y entregarse a las autoridades policiales.
Una noche antes de realizar dicho viaje Emmanuel se encontraba bebiendo en una taberna, estaba tan ebrio que apenas podía recordar su nombre. En un momento de la noche tuvo un altercado con dos irlandeses por cuestiones de nacionalidad.
El joven marinero francés invitó a estos dos a un combate fuera de la taberna, caminó hacia la puerta bamboleándose, sin saber que la hora de su muerte se aproximaba.
Los irlandeses le dieron una feroz golpiza, y cuando éste cayó al suelo, comenzaron a patearle incesantemente. Emmanuel quedó tendido en el frio asfalto de una callejón abandonado de Nueva York, pasando sus últimos minutos de vida recordando los ojos azules de hermosa Marie, e imaginó sobre que hubiera sido el formar una familia junto a ella. Pensó en todo el daño que había provocado, que por culpa de su pasión acabó cometiendo un acto de locura.

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