El de los aztecas es un caso particularmente interesante. No ciertamente por sus supuestos aportes a la humanidad y elevado desarrollo cultural, sino por la sobrevaloración de la que ha sido objeto. Todavía un estudio superfluo del período permite colegir claramente esta aseveración.
Una considerable parte de la historiografía -generalmente dirigida- se ha encargado de sobredimensionar grotescamente sus capacidades, incluso en detrimento de otras culturas más determinantes que habitación la región y el continente.
La visión idílica comúnmente aceptada de esta sociedad, suele ser, ante todo, intencionada, y no reflejo de un estudio imparcial y sereno de los hechos. Así entonces, se nos presenta la América azteca como una suerte de paraíso semejante al propuesto desde aquella ciudad utópica de Tomás Moro; interrumpida súbitamente por el vil yugo de la civilización occidental.
Que han tenido elementos rescatables no lo negamos, como tampoco negamos la existencia de ciertos conocimientos útiles y avanzados considerando el período y la región. Pero, por otro lado, conviene saber distinguir entre un mérito propiamente logrado, y un reconocimiento surgido en comparación a otros; es decir, de entre la comparación de lo malo con lo menos malo no puede surgir algo bueno. Si los pueblos periféricos torturaban a un cautivo 24hs al día y los aztecas 22 no significa que, de hecho, hubieran sido por ello menos crueles o sanguinarios. Recordemos a los brutales persas y los bárbaros germánicos del siglo V que conquistaron grandes pueblos e imperios y tuvieron algún grado de organización y conocimiento, como lo tuvo en el siglo XX el comunismo -de otra forma no hubieran podido persistir en el tiempo ni haber logrado tal desproporcionada expansión-, pero nadie en su sano juicio ha ido tan lejos aun de aventurarse a reivindicar a estas culturas como modelos de sociedades.
En cuanto a sus tan vitoreados logros en el terreno de la ciencia y/u otras disciplinas conviene aclarar una o dos cosas. Ocasionalmente tratamos aquí con logros propios, ya que casi todos sus conocimientos y técnicas las habían recibido en herencia o bien copiado de pueblos anteriores a ellos como los Teotihuacanos o Mayas, aunque muy especialmente de los Toltecas; y a su vez, estos de los Olmecas. La escritura (no fonética), el papel y el calendario utilizado por éstos (con alguna variación) provinieron en realidad de Toltecas y Mayas. Las más acabadas obras arquitectónicas son de origen Olmeca, Maya, Teotihuacano y Tolteca, al igual que gran parte de su organización social-política, costumbres y tradiciones. A decir verdad, más allá del ingenioso sistema de chinampas o jardines flotantes, empleado y creado por estos, su agricultura fue más bien deficiente - como prueban las grandes hambrunas, migraciones y necesidad de nuevas conquistas.
Entrando ahora en el ámbito religioso, hay que decir asimismo que -exceptuando a Huitzilopochtli- ni sus dioses principales fueron propios; como Quetzalcoatl (la serpiente emplumada),
venerado desde la antiguedad por varias otras culturas; particularmente en Tula y Cholula. Por lo general, el panteón de dividinidades aztecas, no eran más que dioses prestados; a quienes a veces les imprimían alguna impronta propia o incluso tergiversaban completamente. Dice Jacques Soustelle que, cuando estos bárbaros arribaron al valle de México, copiaron las costumbres de tribus sedentarias como los toltecas: "adoptaron su estructura política-social, los dioses y las artes de sus predecesores: la ciudad-estado con su consejo y dinastía, las dignidades y las órdenes caballerescas, los cultos campesinos, el calendario y los sistemas de escritura, la poligamia, el juego de pelota".
Pero no es por esto tan criticable, sino por sus intenciones. La peculiaridad mexica no reside ciertamente en la fusión y absorción de los mejores elementos de estas sociedades; lo sorprendente aquí es lo puesto: la increíble capacidad evidenciada en potenciar considerablemente sus peores vicios, verbigracia, las guerras ininterrumpidas, los sacrificios humanos,la antropofagia, el esclavismo, los beneficios de los estratos superiores a costas del pueblo, etc. El resultado de tal política queda a la vista de todos: no lograron sobrevivir más de doscientos años.
Sólo un historiador absorto en lo superfluo podrá sorprenderse por la gradual degeneración que fue experimentado el Estado Azteca a través del tiempo hasta la llegada de Hernán Cortés. Prestemos especial atención a la acción fundacional del naciente Imperio.
Por hacer el cuento corto, corría el año 1325 cuando el rey de la poderosa tribu vecina de Culhuacán, Cóxcoc, admirado del valor de los aztecas, había aceptado el pedido de estos de casar a su hija con un noble mexica. Unas horas antes de los festejos y de la celebración formal del compromiso, cinco nobles aztecas llevaron a la novia a un antiguo templo de ceremonias diciéndole que allí lo esperaba su futuro esposo. Al comprobar a su llegada que el lugar estaba vacío, y conforme la adolescente comenzó a sospechar algo raro, los cinco nobles la tomaron de las piernas y brazos, la colocaron en una piedra, y con afilados cuchillos de obsidiana le abrieron el pecho y le extrajeron el corazón -todavía palpitante-, siendo finalmente la joven víctima desollada. Cuando llegó el rey, a lo que debería haber sido la celebración de la boda nupcial de su primogénita, encontró, en cambio, a uno de los nobles vistiendo la piel de su hija, todavía brillante -supuestamente en honor al dios de la fertilidad-. El monarca, estupefacto, horrorizado, sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo, ordenó inmediatamente la persecución y exterminio de aquellos mal vivientes. Estos huyeron sin perder tiempo, vagando por semanas, escondiéndose atemorizados. Después de mucho peregrinar y huir llegaron finalmente al lugar de que le harían su hogar; un islote en el largo Texcoco: Technotitlán. Este hecho espeluznante y homicida marcó el principio de su naciente imperio.
Breve historia
A fuer de ofrecer un cuadro general -no exhaustivo- de la geografía mexicana y los pueblos que la habitaron históricamente, comencemos diciendo que el inmenso territorio mexicano se divide básicamente en dos grandes regiones: la montaña y la llanura. Encontramos allí los más diversos climas y características geográficas; volcanes, densos valles, zonas desérticas y desiertos, mesetas, algunos lagos y ríos, fuertes vientos y, dependiendo la época y la región, fuertes heladas, calores agobiantes, intensas lluvias, etc.
En la costa este, sobre el Golfo de México, se ubicaron los totonacas, huestecas, tabascos y Olmecas. Al oeste, sobre el Pacífico, los tarascos, mixtecas (cuya capital era Cholula) y zapotecas (siendo Monte Alba su capital histórica). Entre ambos extremos, casi en el corazón de México, a orillas del lago Texcoco, poblaron los toltecas, otomíes, texcocanos, mexicas, teotihuacanos, tepanecas, etc.
Los mexicas o tenochcas, generalmente conocidos por el nombre de aztecas, fueron una tribu de nómadas proveniente del norte del continente (no se sabe exactamente de dónde) que logró su asentamiento definitivo en 1325, en Tenochtitlán, que se convirtirá en capital de este vasto imperio. Previo a su arribo y asentamiento definitivo, durante el transcurso de su peregrinación, se detuvieron en varios lugares de la región, como Tula (donde estuvieron casi 9 años), Zumpango aquí permanecieron por espacio de 7 años) y Chapultepec, de donde fueron expulsados por raptar, violar y violar mujeres. Durante el período peregrinatorio pasaron por muy amargos y ásperos momentos, exilios y expulsiones, debidos, en general, a su comportamiento criminal (no olvidemos que, cuando comienzan a emigrar al sur, las mejores tierras estaban ya ocupadas, por lo que fueron haciéndose un lugar a la fuerza).
En el año 1314 habían sido esclavizados por el rey de Colhuacan -después de ser vencidos en guerra por sus ejércitos-, pero tiempo después lograron liberarse de la esclavitud como recompensa de los servicios que prestaron a este en las guerras con sus vecinos, los xochimilcos -donde vencieron en forma contundente y comenzaron su fama de sanguinarios y perversos guerreros-. La población de Tenochtitlán a la llegada de los españoles se calcula en alrededor de 150.000 habitantes. Será a partir de Huitzilihuitl (1391-1415) , segundo monarca mexica, que los aztecas comienzan su período monárquico, casándose este con la hija de Tezozomoc, soberano tepaneca.
Tezozomoc
Si bien constituyó en su apogeo uno de los pueblos más influyentes de Mesoamérica, no llegó a adquirir el grado de desarrollo cultural que lograron los mayas, teotihuacanos y toltecas, ni la importancia de los Olmecas (XVI-II a.C); considerada la cultura madre de todos los pueblos mesoamericanos del período precolombino -influyendo notablemente, de manera decisiva, particularmente en los pueblos teotihuacanos y mayas-. En general, los aztecas se consideraban a sí mismo los únicos legítimos sucesores de los toltecas en la región.
El imperio, en su período de máximo esplendor, llegó a tener una extensión considerable, incluyendo entre sus dominios las regiones del actual México, Veracruz, Puebla, Oaxaca, Guerrero, la costa de Chiapas, Hidalgo, y parte de Guatemala. A la llegada de los españoles, el imperio azteca reunía 38 señoríos y su emperador Moctezuma recibía tributo de 371 pueblos.
El historiador Francisco Clavijero, haciendo una semblanza del carácter de los mexicanos, no obstante reconocerles algunas virtudes, dice de ellos que eran muy supersticiosos y excesivamente crueles.
RASGOS SALIENTES DEL IMPERIO AZTECA
1) Expansionismo
Al igual que los incas, tenían los aztecas la costumbre de imponer su idioma (el nahuatl), religión y varias de sus tradiciones a los vencidos. Podemos datar como primer proceso expansivo aquel del año 1328 cuando, junto a los texcocos y los tlacopanecas, se rebelan del yugo de los tepanecas (que dominaban el Valle de México), de quienes eran tributarios. En menos de 100 días vencen los aztecas, arrancándole el corazón al jefe de los vencidos. Varias décadas después, a comienzos del siglo XV, se establece formalmente la alianza entre Texcoco, Tlacopan y Technotitlan, quedando esta última como cabeza de la Confederación. Y es a partir de aquí que comienza la época de desmesurado expansionismo de los mexicas-aztecas, sometiendo, casi siempre por las armas y por el temor, a las tribus de toda la región. Los pueblos que se negaban a ser sus tributarios eran exterminados completa y despiadadamente; mujeres, niños, ancianos... todos. Parece que solo Tlaxcala pudo conservar cierta autonomía política bajo los aztecas.
En realidad, los aztecas no habían hecho más que emular la ferocidad y bestialismo de sus antiguos amos, los tepanecas -muy específicamente de sus últimos monarcas, Tezozómoc y Maxtla; legendarios por su criminalidad-. La voz de estos horrores y el particular sadismo empleado por los aztecas corrió por toda Mesoamérica. Todos sabían de la determinación del nuevo imperio y sabían por experiencia que no hesitarían un segundo en continuar sus campañas de exterminio, violaciones y torturas, sin distinción de género, edad, sexo o condición social. Ciertamente no tardaron demasiado en hacerse un nombre. Aquí encontramos la explicación más atendible acerca de su veloz ascenso a la cúspide. Yerran los historiadores que, admirados del precoz éxito y crecimiento de este pueblo, buscan -y creen encontrar- los motivos en su organización, leyes y conocimientos. Según se colige de los hechos, el motivo de su crecimiento desmesurado debe endilgarse al terror que supieron imponer en la región mediante sus acciones criminales. Si no hubiera sido por las armas, seguramente los aztecas hubieran quedado aislados del resto del continente o hubieran sido exterminados por otros pueblos, rivales o no, hartos de su altanería y bestialidad. Todos los cronistas indígenas e historiadores coinciden en señalar el unánime desprecio que los pueblos sintieron hacia los aztecas. Desde el momento mismo que los primitivos y nómades mexicas comienzan su traslado de América del Norte al Valle de México, mantuvieron indemnes sus características conocidas: un orgullo indómito, desmedida vanidad, carácter despiadado y un sadismo pocas veces visto antes en la historia precolombina. Esto hizo de ellos una potencia temible.
Los pueblos aztecas raramente conocieron la paz, dada su naturaleza y política guerrera, expansionista y sojuzgadora de pueblos. Todo motivo era válido para hacer la guerra. La simple negativa a comerciar por parte de un pueblo era justificación suficiente para una guerra, promoviendo a la vez guerras preventivas o punitivas contra poblaciones consideradas potencialmente peligrosas. El conflicto bélico concluía generalmente con la esclavitud de sus habitantes.
Dice al respecto el franciscano Fray Toribio, que llamaban Motolinia:
" (...) todos andaban siempre envueltos en guerra amos contra otros, antes que los españoles viniesen. Y era costumbre general en todos los pueblos y provincias, que al fin de los términos de cada parte dejaban un gran pedazo yermo y hecho campo, sin labrarlo, para las guerras. Y si por caso alguna vez se sembraba, que era muy raras veces, los que lo sembraban nunca lo gozaban, porque los contrarios, sus enemigos, se lo talaban o destruían".
Tras un exitoso combate, comenta Jesús Arango Cano, desde su Mitología en América Precolombina, llegaban a sacrificar decenas de miles de prisioneros.
Al igual que los incas, sus leyes eran severísimas y su afán expansionista ilimitado. En cuanto a crueldad y salvajismo, se caracterizaron particularmente por las ejecuciones masivas de seres humanos, por la antropofagia, por la rigidez de sus leyes y la bestialidad con que celebraban ciertas fiestas y honraban ciertos dioses. Varias de aquellas fiestas incluían la quema de seres humanos, como se encarga de afirmar Bernardino de Sahagún:
" (...) en las fiestas y solemnidades en que se quemava vivos a los indios cautivos (...) Luego descendían los que los havían de echar en el fuego y empolvorizávanlos con incienso en las caras, arrojándoselo a puñados, el cual traían molido en unas talegas; luego los tomaban y atábanlos atrás y también los atavan los pies; luego los echavan sobre los hombros a cuestas y subíanlos arriba a lo alto del cu, donde estava un gran fuego y gran montón de brasa y llegados arriba luego davan con ellos en el fuego.
Al tiempo que los arrojavan, alçavase un gran polvo de ceniza y cada uno donde caía allí se hazía un gran hoyo en el fuego, porque todo era brasa y rescoldo, y allí en el fuego començava a dar boelcos y hazer bascas el triste del captivo; començava a rechinar el cuerpo como cuando asan algún animal y levantávanse vexigas por todas parte del cuerpo". (textual, castellano antiguo)
Por lo general, la masa del ejército azteca se reclutaba en los calpullis , organizado en unidades de 20 hombres agrupados luego en unidades mayores de hasta 400 combatientes. Sus cargos jerárquicos eran ocupados por nobles y parientes del rey. Contaron con eficaces tropas de elite, denominadas Jaguares y Tigres, conformadas por los más aguerridos combatientes. El armamento mexica consistía usualmente en escudos esféricos de madera, macanas con extremos punzantes, arcos, flechas y lanzas.
En cada nueva ciudad conquistada se establecían guarniciones militares, a fin de cerciorarse que estas pagasen los tributos correspondientes y para impedir, a la vez, cualquier tentativa de rebelión contra los nuevos amos. Quien se negaba a abonar el tributo correspondiente, por ley, era ejecutado o vendido como esclavo para los sacrificios humanos.
El tributo era la base del imperialismo azteca; como lo fue también de los incas y otros importantes pueblos indígenas. Los tributos exigidos a los pueblos conquistados, particularmente bajo los aztecas, eran tan elevados que muchas veces se tornaban impagables y en poco tiempo el imperio dominante limpiaba a estos literalmente de riquezas, sin dejarles nada. Algunos pueblos, relativamente pacíficos, accedían de no ser exterminados. Dice Diego Duran:
" (...) tributaban las provincias todas de la tierra, pueblos, villas y lugares, después de ser vencidos y sujetados por guerra y compellidos por ella, por causa de que los valerosos mexicanos tuviesen por bien bajar sus espadas y rodelas".
En los hechos, los aztecas mantuvieron su imperio a costas de sudor y el trabajo de terceros, mediante una economía de rapiña típicamente imperialista. Los países/ciudades conquistadas no tuvieron para ellos otro valor que el de meras factorías; suministradoras de todo cuantos estos consumían y necesitaran -y bastante más aun, su avaricia no conoció límites-. En definitiva, los mexicas se ocuparon exclusivamente en hacer la guerra, obteniendo de estos -paradójicamente- los recursos para continuarla indefinidamente y seguir oprimiéndolos. Vemos patente aquí la diferencia radical entre el modelo mexica de imperio -del que no estuvieron exento los incas y en alguna medida los mayas- y el segundo por romanos y, posteriormente, católicos, que procuraban la asimilación de los nuevos pueblos a una misma sociedad, siendo considerados iguales en derechos y obligaciones.
Sobre la economía de Tenochtitlán se han escrito varios tratados, y no existen prácticamente divergencias en torno al asunto y las cifras arrojadas. Uno particularmente interesante es aquel minucioso trabajo de Molins Fábregas quien, apoyado en los datos proporcionados por el Códice mendocino, da cuenta precisa de la calidad y cantidad de insumos que los sometidos debían entregar forzadamente a los aztecas a fin de evitar el exterminio de su población. Por año, recibían los aztecas 6.993.000 litros de maiz, 4.995.000 litros de frijol, 5.000.000 litros de chían, y 4.245.750 litros de huauhtli, 21.453 kg de cacao, 36.806 kg de ají seco, 1.500 cantarillos de miel de abejas, 2.512 cántaros de miel de maguey, 2.000.000 mantas de Alagón, 296.000 mantas de henequén, 101.217 kg de algodón natural, cientos de miles de armas y rodelas, leña, vigas, ámbar, bezotes, piedras, grandes cantidades de oro... y así podríamos seguir indefinidamente.
2) Régimen político y religión
Su régimen político fue teocrático, regido por un rey-emperador, el tlatoani, considerado un dios. Este era asistido por sacerdotes que tenían a su cargo importantes funciones dentro del régimen, como la preparación de las ceremonias religiones (sacrificios humanos), los denominados juegos rituales y la justicia. Según las crónicas, existían distintas jerarquías de sacerdotes, describiendo su aspecto como espantoso e impresionante; de pelos trenzados y untados con sangre, que llegaban a la cintura. Según distintos autores, había cerca 5.000 sacerdotes solo para el Templo Mayor y no menos que un millón en todo el imperio.
Cuando fallecía el emperador heredaba el trono uno de sus hijos, que era elegido por cuatro electores provenientes del Gran Consejo, que legislaba y administraba el imperio. De la familia real emergían el emperador, los máximos jefes civiles, militares, religiosos y las clases dirigentes del imperio.
El rey era todopoderoso: designaba los cargos estatales y militares, dirigía las campañas de guerra, supervisaba la fiscalidad y la actividad comercial, administraba justicia en última instancia y presidía los ritos religiosos.
Si bien el rey tenía la última palabra en todo y podía gobernar a arbitrio, colaboraba con él en distintas funciones del gobierno un régimen de castas; a saber: la nobleza, formada por miembros de la familia real, los sacerdotes (que ya hemos mencionado), los jefes militares y los jefes de los clanes. Ni en el gobierno ni en la organización social y política participaba el pueblo, que era el último eslabón de la sociedad junto a los esclavos. Más allá de alguna fachada populachera, el poder era regido por las clases altas y medias altas. Era aquella una sociedad dividida básicamente en dos grupos: las clases privilegiadas y el pueblo llano.
Existían tres formas de propiedad entre aztecas. La comunal de los calpulli, la individual de los nobles y altos funcionarios, y las públicas, cuyos beneficios eran destinados al sostenimiento de los templos y otros menesteres del Estado.
Las tres eran trabajadas por el pueblo, pero solo de los calpulli -que habitaban- podían tomar lo necesario para su subsistencia. La propiedad, en general, salvando los casos mencionados, era comunitaria, y los clanes, el pueblo, no podían ser dueños de ninguna tierra. Las parcelas donde vivían eran a fin de cuenta "prestadas" y podían ser enajenadas en cualquier momento por el Estado si este consideraba que no producían lo suficiente o si se descubría que alguien no trabajaba, pasando en este caso el individuo a ser reducido al estado de esclavitud. La organización social/política/administrativa de la capital, se dividía entre los 20 clanes que la conformaban, los cuales gozaban de cierta autonomía, ubicados en distintos barrios o calpullis:
"En cada calpulli había un jefe por cada veinte familias y otro de mayor rango por cada cien, quienes debían vigilar en lo moral y policíaco a los miembros del barrio. El conjunto de calpullis formaba un tlatocayotl y en la cúspide de la pirámide político-jurídica se encontraba la figura del tlatoani, gobernante vitalicio con poder político, judicial, militar y religioso".
FUENTES:
1) 1492, FIN DE LA BARBARIE Y COMIENZO DE LA CIVILIZACIÃ?N EN AMÃ?RICA de Cristian Rodrigo Iturralde
2)LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS de Henri Lehmann
3) HISTORIA DE TLAXCALA de Diego Muñoz Camargo
3)LA ORGANIZACIÃ?N POLÃ?TICA Y SOCIAL DE LOS AZTECAS de Manuel Moreno
4)THE ANCIENT SUN KINGDOMS OF THE AMERICAS de Victor Von Hagen
5)HISTORIA DE LOS INDIOS DE LA NUEVA ESPAÃ?A de Fray Toribio de Motolinia
6)DE TEOTIHUACAN A LOS AZTECAS de Miguél León Portilla
7)HISTORIA ANTIGUA DE MÃ?XICO de Francisco Clavijero
8)LA CIVILIZACIÃ?N AZTECA de George Vaillant
9)LA VIDA COTIDIANA DE LOS AZTECAS de Jacques Soustelle
10)LAS ANTIGUAS CULTURAS MEXICANAS de Walter Krickeberg
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LOS INVITO A PASAR POR MIS POSTS ANTERIORES, GRACIAS A TODOS POR PASAR POR ESTE!
http://www.taringa.net/alientina/posts
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