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miércoles, 11 de marzo de 2015

La pobreza debería ser ilegal


Por Enrique Araujo-Alvarez B. Periodista (2007)

La pobreza no es otra cosa que el resultado de una acción errada en la organización de un estado. Una organización humana estable y progresista requiere de un trabajo en equipo perfectamente balanceado para que todos obtengan una forma de vida digna con las inevitables y obligadas categorías que resultan de toda organización. No se puede pensar en la uniformidad de las categorías porque ello deviene en una utopía, que además, no es práctica ni operativa. En consecuencia, la pobreza no debería existir, pues se supone que el camino hacia esta inconcebible situación está vinculado a la propagación de seres humanos en proceso de deterioro mental, especialmente en lo que se refiere a su auto estima y su progresiva pérdida de interés en asociarse a la corriente progresista comunitaria. Si se vislumbrase un brote de esta anomalía en algunos individuos en una sociedad, ésta deberá erradicarla inmediatamente, aplastando hasta sus cimientos el fenómeno, porque si la pobreza se llega a instalar, será prácticamente imposible erradicarla. Las personas detectadas que muestran indicios de inclinarse a la pobreza deberán ser aislados y sometidos de urgencia a un tratamiento psiquiátrico para que les sea posible reinsertarse en la sociedad antes que su enfermedad se propague como una plaga, ya que este mal tiene una facultad de contagio pandémico. El origen de la pobreza viene de actividades no permitidas como la vagancia, el vicio y la deshonestidad, hijas legítimas de la ignorancia y la incultura y sus ramificaciones, los vicios inaceptables como la delincuencia, el pandillaje y otras acciones criminales que se desarrollan como producto de la pobreza. Un estatus que engloba todas las taras humanas que hoy asedian a las grandes ciudades en nuestro planeta. Los programas existentes de lucha contra la pobreza, no son otra cosa que la expiación de los pecados cometidos por todos los gobiernos que han permitido, tolerado, y hasta alentado la propagación de esta plaga inaceptable. Los pobres son una colectividad de seres disminuidos, han perdido totalmente la capacidad de iniciativa, temen al progreso, no tiene dignidad, son conformistas, desconocen el aseo, son ignorantes, ociosos y proclives a la delincuencia. La mayoría se conforma con una forma de vida paupérrima y viven como animales, temerariamente, se reproducen sin ningún control, aumentando de esta manera la miseria. Los han acostumbrado a pedir todo sin dar nada a cambio, no obstante, se les pide sus votos que valen exactamente igual al de un magistrado un embajador o a cualquier profesional. Allí radica precisamente el mantenimiento de esta clase social absurda e inconcebible. Los señores del poder juegan irresponsablemente a esta ruleta rusa que significa mantener una masa que por su naturaleza puede ser fácilmente manejada, aunque históricamente se hayan producido algunas veces muchas revoluciones de las que han surgido pseudo líderes que han terminado casi siempre en un baño de sangre y con el resultado de más pobreza aún, porque siempre los sátrapas no persiguen sueños colectivos sino personales. Si los gobiernos son los responsables de la pobreza emergida producto de una deficiente administración, éstos deben asumir su responsabilidad invirtiendo, más que gastando, millonarias sumas en cortar de raíz la pobreza, tomándose todo el tiempo que sea necesario para resolver el problema. Revertirla podría tomar décadas, pero no hay alternativa si no se quiere que muy pronto las naciones colapsen socialmente ante su incremento, sumado ahora a este cáncer social que ya tiene una subdivisión llamada extrema pobreza. La indiferencia devendrá en la instauración definitiva e irreversible del caos, porque la pobreza humana produce indefectiblemente el desarrollo de la ramificación más temible de ella, la delincuencia. El criminal es un ser subhumano que no respeta a los de su propia especie, ha llegado tan abajo que roza con los animales, expone su actitud de la misma forma llegando no solo a robar sino a matar para lograr un pequeño botín, como nos lo muestran los noticiarios en los medios de comunicación. El problema es que pese a la pobrísima educación que poseen, han llegado a formar organizaciones comerciales que las entienden como una actividad normal alternativa de supervivencia. Ante la falta de trabajo para ellos ya que carecen de especialidad alguna y la escasa posibilidad de subsistir, la desesperación los lleva inexorablemente a conseguir lo que no puede comprar mediante el robo. Primero, el subterfugio, después por la violencia que acaba con el asesinato. Así, la sociedad no puede quedar impávida ante este fenómeno, no puede permitir que estos individuos se propaguen, hay que reeducarlos y sin demora ya que su multiplicación no solo pondrá en jaque a toda la sociedad, sino que una vez instaurada será prácticamente imposible erradicarla. Este fenómeno toca bases más profundas aún, porque para su supervivencia llega a la comisión del delito de la corrupción de las autoridades y de esta manera no queda más alternativa que una guerra total. Las masas nunca han contribuido en nada en el desarrollo de la sociedad, sin embargo, se les encarga la responsabilidad de tomar las decisiones fundamentales en todos los temas que desconocen por completo. Esta es una de las fisuras más aberrantes de la democracia que ha devenido, más bien, en una perfecta oclocracia. Es sorprendente cómo las sociedades no han podido encontrar un sistema de gobierno que permita ejercer una administración apolitizada, fría, eficiente y con autoridad, como para poder aplicar sin miedo y en forma implacable, las obligaciones que dictan las leyes. Hay que buscar el equilibrio necesario para actuar sin contemplaciones ante esta amenaza social que perjudica a toda la sociedad en su conjunto. Tomar decisiones drásticas, aún a costo de algunas vidas humanas, permitirá en el corto plazo aplicar el principio de autoridad, haciendo cátedra colectiva de que las normas creadas para la administración de la sociedad deben cumplirse inconmoviblemente, aplicadas, eso sí, con justicia. El cambio necesario para enrumbrar definitivamente a los países que se encuentran en una estancada y eterna vía de desarrollo, tienen una solo forma de lograr su definitivo desarrollo; aplicar una política radical, impostergable y sin contemplaciones que arrincone a la pobreza, la detenga y la prohíba, de una manera tal, que evite se siga propagando por un día más.

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