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CAPITULO
-3-
El Royal Teton
-3-
El Royal Teton
Pasaron cuatro días sin ninguna ocurrencia inusual, y yo trataba de
comprender más completamente el profundo significado de mis
experiencias recientes. Estaba empezando a oscurecer en la tarde del
quinto día, cuando escuché como el sonido de un picoteo en la ventana de
la habitación. Miré hacia fuera y en el antepecho de la ventana
permanecía una paloma de color blanco-nieve, con una pequeña tarjeta en
su pico.
Me acerqué a la ventana y la abrí. La paloma entró y permaneció
calmosamente esperando. Yo tomé la tarjeta y leí el mensaje, que estaba
escrito con la misma bella escritura que la vez anterior, aunque esta vez lo
estaba con tinta dorada sobre tarjeta blanca. Sobre ella estaban las
siguientes palabras:
â??Vaya a nuestro lugar de reunión a las siete de la mañanaâ??. Firmado
â??Saint Germainâ??.
Tan pronto como tomé la tarjeta, la paloma voló a mi hombro y restregó
su cabeza contra mi cara, como queriéndome transmitir un mensaje de
amor; nuevamente se dirigió a la ventana y después partió como una
flecha. Yo guardé cuidadosamente la tarjeta, esperando conservarla, pero
a la mañana siguiente, cuando la busqué antes de iniciar mi caminata, se
había disuelto. La tarjeta dorada, del primer mensaje, había durado hasta
el tercer día, porque la miré varias veces, esperando poder conservarla
permanentemente. Cuando confirmé que ella había retornado a lo
universal, decayó mi corazón por lo grande que fue mi desaliento.
Para hacer la caminata de dieciséis kilómetros y estar allí a las siete de la
mañana, supe que me sería necesario partir prontamente después de
pasada la medianoche. Me levanté temprano y me puse en camino a las
tres de la mañana. Caminando rápidamente, alcancé el bosque justo al
amanecer. No había llegado lejos cuando un quejido lastimoso llegó a mis
oídos. Antes de darme cuenta, contesté en el mismo tono, tan involuntaria
fue mi respuesta. Hubo una embestida de algo a través de los árboles, y
mi amiga la pantera brincó hacia mí, pareciendo la misma expresión del
gozo. Yo la acaricié y juntos proseguimos nuestro camino hacia el lugar
de encuentro.
A las siete en punto surgió Saint Germain de la atmósfera, saludándome
con los brazos abiertos. De nuevo me extendió la copa de cristal, esta vez
llena de un líquido claro y chispeante. Lo bebí y el gusto no era parecido
a nada de cuanto había yo experimentado antes físicamente. Era casi igual
al zumo helado de pampelmusa, (pomelo asiático), pero chispeante y
efervescente. En el momento en que lo bebí, atravesó mi cuerpo una
sensación como la de un relámpago, llevando el sentimiento de su
actividad chispeante dentro de cada vena.
Saint Germain dio entonces un pastelillo marrón a la pantera, que ésta
devoró rápidamente. En apenas un momento su pelo se puso de punta, y
Ã?l señaló:
â??Su amiga nunca más volverá a matar venadosâ??.
â??Para la experiencia e instrucción que siguen será necesario dejar su
cuerpo aquí sobre la ladera de la montaña, porque todavía no ha
exteriorizado el Poder Interno suficiente que le capacite para llevarlo
consigo a donde vamos a ir hoy. La pantera será su guardiana y una
precaución extra. Yo colocaré la capa de invisibilidad alrededor de
ambos. Iremos al Royal Tetonâ??.
â??Vengaâ??.
Instantáneamente, yo estuve fuera, en mi cuerpo sutil, cubierto con una
rica vestidura de material dorado, auto luminoso.
â??Observe cuidadosamente el material con el que está vestidoâ??, -
continuó Ã?l-, â??la sustancia que compone la vestidura que lleva tiene
ciertas cualidades extraordinarias y poderes propios, uno de los cuales
es capacitar a su portador para elevar y transportar objetos físicos. La
misma vestidura posee energía electrónica pura, y puede usarse para
mover objetos, lo mismo que la fuerza que uno ejerce mediante su
cuerpo físico. Esta es una fantástica actividad que los Grandes
Maestros de la Luz han dado permiso para usar por primera vez en este
planetaâ??.
Para beneficio de mis lectores, quiero exponer claramente y sin error
posible, que aunque estaba vestido en un cuerpo que funcionaba en cuatro
dimensiones durante estas experiencias, me daba sin embargo la habilidad
de sentir y manipular objetos en el mundo físico, de igual modo como lo
puede hacer uno con su cuerpo físico. El cuerpo que usé esta vez no fue
ese que se conoce como cuerpo astral.
Pronto alcanzamos la cima de una majestuosa montaña que hace de
centinela sobre uno de los más bellos cinturones escénicos de los Estados
Unidos. Vastas florestas yacían debajo de nosotros, y grandes cadenas de
montañas, con sus tesoros de riqueza mineral todavía intocados, se
extendían tan lejos como el ojo podía ver.
Siguiendo hasta un punto donde gigantescas masas de piedra yacían en
confusión, como si unos gigantes las hubiesen lanzado unos contra otros
en una guerra, Saint Germain tocó una gran roca. Instantáneamente, la
enorme masa se ladeó quizá un metro y cuarto fuera de su posición
original. Me indicó que le siguiera. Entramos y, para mi asombro, nos
encontramos ante una gran puerta de bronce.
â??Ã?sta ha estado aquí desde antes del hundimiento de la Atlántida, hace
más de doce mil añosâ??, -explicó Ã?l-.
Ã?l se adelantó y presionó ciertos puntos de la puerta. La gran masa de
bronce que pesaba muchas toneladas se abrió lentamente, y nos admitió
dentro de una espaciosa cámara de la cual descendía una escalera cortada
en la roca sólida. Descendimos unos sesenta metros, y entramos en otro
espacio circular. Saint Germain atravesó la sala hasta una puerta opuesta
a la escalera, y colocó su mano derecha contra ella. Cuando ésta se abrió
estuvimos delante de la entrada del hueco de un ascensor. El interior
parecía plata escarchada y en contestación a mi pensamiento dijo:
â??Sí, pero más dura, fuerte e indestructible que el acero,â??. Un disco
plano o plataforma del mismo metal, ajustándose al hueco estrechamente,
se elevó dentro del mismo, hasta el nivel del piso. Esa plataforma fue
controlada y manejada enteramente por el Maestro. Ã?l pasó dentro de
ella, y yo le seguí. La puerta se cerró, y comenzamos a descender.
Bajamos bastante abajo, aunque no parecíamos movernos con rapidez. La
plataforma llegó a una parada, delante de otra puerta de bronce, de un
diseño enteramente diferente.
â??Hemos descendido seiscientos metros dentro del mismo corazón de la
montañaâ??, -comentó Ã?l-, mientras salíamos del ascensor.
El espacio donde nos encontrábamos era de un diseño y distribución
peculiar. Formaba un óvalo de este a oeste, estando cortadas en ángulo
sus esquinas del noreste y noroeste. Esto formaba un atrio o sala de
recepción externa. La gruesa puerta de bronce del ascensor se abría
dentro del atrio en la pared del noreste.
En el lado norte existían otras dos grandes puertas de bronce,
exactamente iguales, dando entradas a una gran sala de audiencias. Sobre
la pared del noroeste había todavía otra, una cuarta puerta, similar a
aquella por donde habíamos llegado. En la opuesta e intacta extensión de
la pared del sur, colgaba un inmenso tapiz.
Ã?ste estaba hecho de un material muy poco usual y, mientras la trama era
basta, los hilos o fibras eran tan suaves como pelo de camello. El fondo
era de delicado color crema y contra éste había dos figuras de tamaño
natural representando Seres Divinos de Gran Majestad y Poder. El de la
derecha era masculino, y el otro femenino. Ambos estaban de pie como si
estuviesen ordenando a las Fuerzas Cósmicas a obedecer sus decretos.
La figura masculina vestía un manto ondeante de algún valioso material,
de profundo azul zafiro, lazado y densamente bordado en oro. Era
evidentemente un manto de estado o símbolo de autoridad. Bajo el manto
externo, tenía una túnica de material dorado, de apariencia similar al
metal. Cubría su pecho un diseño que imitaba a un sol radiante, a base de
rubíes, diamantes, zafiros y esmeraldas. La cintura estaba rodeada por un
cinturón enjoyado, y desde él colgaba un panel de treinta centímetros de
largo. Este también estaba densamente incrustado con la misma clase de
joyas. La túnica llegaba a las rodillas, y el borde inferior estaba ataviado
con una banda de cerca de diez centímetros de ancho, de denso bordado
en seda, del mismo color que las joyas.
El entero efecto daba a uno la impresión de que las vestiduras eran todas
auto-luminosas. Los pies estaban calzados con botas tipo sandalia, de piel
dorada, llegando casi hasta las rodillas, muy decoradas y lazadas con
cordones azul-zafiro. Una banda de oro de cerca de unos cuatro
centímetros de anchura descansaba hasta la mitad de la frente, sujetando
el ondulante cabello dorado de la figura, que colgaba hasta cerca de
quince centímetros por debajo de los hombros. Su tez era muy clara con
un suave tinte rosado, y los ojos eran de un profundo azul-violeta. Los
dedos de la mano izquierda descansaban ligeramente sobre el corazón, y
la elevada mano derecha sostenía un deslumbrante cetro de cristal, de
poder y autoridad. El extremo inferior estaba tallado hasta un punto, y en
el extremo superior descansaba una esfera, de cerca de algo más de siete
centímetros de diámetro que despedía rayos de chispeante Luz Blanca.
Uno sabía, sin lugar a error, que la figura representada estaba en una
postura de manejar un poder gigantesco, y que era un manipulador de
alguna Magna Fuerza Cósmica. La entera apariencia sugería la más plena
juventud y no obstante la sabiduría de las edades hablaba de un viejo
pasado, a través de sus ojos.
El manto de autoridad de la figura femenina era de un profundo violeta,
con una banda dorada, bordada de modo similar a la del compañero. La
ropa interna era de material suave, dorado, y reluciente, que llegaba casi
hasta el piso. Las fibras usadas para tejer el tapiz que representaba las
vestiduras, debieron haber sido las mismas que habían compuesto, de
hecho, el material de las vestiduras originales. Este Ser llevaba un
cinturón enjoyado con un panel que bajaba unos cinco centímetros por
debajo de las rodillas, y estaba incrustado con la misma clase de joyas
que tenía la figura masculina.
La hebilla de su sandalia derecha era visible justamente por debajo del
borde del ropaje y estaba hecha de piel dorada. En el pelo llevaba una
banda plana de oro, exactamente igual que la de él, y sus ojos eran del
mismo tono azul-violeta, pero más claro, y su cabello caía hasta las
rodillas.
Sobre su pecho colgaba, de una cadena de oro, una gran estrella de siete
puntas, cortada de un solo diamante. En su mano izquierda sostenía una
esfera de cristal de unos quince centímetros de diámetro, y en su mano
derecha, elevada como la de la otra figura, tenía un cetro de muy extraño
diseño. Cerca de dos tercios de la porción inferior estaban hechos de oro,
terminando en un extremo con forma puntiaguda, mientras el tercio
superior estaba compuesto por una sustancia similar al cristal,
radiantemente luminosa. Esto formaba un diseño, en su parte superior,
similar a una flor de lis, excepto que el punto medio era mucho más largo,
y adelgazaba hasta un esbelto ápice formado por sus cuatro facetas.
La hoja curvada de la porción central derecha, era de un bello color rosa,
la de la izquierda era de un profundo azul zafiro, mientras la del medio
era de un blanco cristalino. Todas eran transparentes y resplandecían con
Luz. Las porciones de oro y cristal se mezclaban la una con la otra
perfectamente, porque no había línea de demarcación entre las dos
sustancias. Su cetro simbolizaba las Tres Actividades de la Fuerza
Creativa.
La bola de cristal en su mano izquierda revelaba la inmanifestada
Perfección del futuro, en la Actividad Cósmica. Ambos cetros
representaban la extracción y dirección del Poder Creativo, dentro de la
sustancia universal para especial manifestación. Ellos eran radiantes y
bellos incluso en el tapiz, y yo tan sólo me pregunté quiénes habrían
podido ser en realidad. Saint Germain permaneció esperando
pacientemente mientras estudiaba el entero concepto, tan fascinado estaba
yo por la magnificencia del completo trabajo.
â??Estos dos Grandes Seres fueron los fundadores de este retiroâ??, -
observó Ã?l-. Según nos volvimos, atravesamos la puerta de bronce a
nuestra derecha, y entramos a una amplia sala que uno comprendía
instantáneamente que se usaba como un gran salón de consejos, para
alguna clase de sagrado propósito ceremonial.
El entero ambiente era de una magnificencia y belleza acusadas. Las
palabras fallan enteramente para transmitir eso que observaban mis ojos,
y experimentaban mis sentimientos. Me costó unos momentos
acostumbrarme a la deslumbrante visión y esplendor de mi entorno.
Esta sala tenía por lo menos sesenta metros de largo por treinta de ancho,
con un techo de una altura de quince metros. Una suave luz blanca, que
Saint Germain explicó que era una fuerza omnipresente que usan los
Grandes Seres como luz, calor, y poder, inundaba el lugar entero. Cerca
de seis metros de las paredes laterales y del fondo de la sala estaban
formadas por ónice blanco. Donde finalizaba esta formación, los
constructores se habían encontrado con una gran veta de oro virgen de no
menos de cinco centímetros de ancho.
La superficie principal de ambos lados de la pared era de granito azul
pálido, pero cerca del fondo por donde entramos, la estructura natural
cambiaba a granito rosa de una calidad todavía más fina. La superficie de
las paredes, techo y piso, habían sido altamente pulidas, evidentemente
mediante un notable proceso. El techo arqueado, elevándose unos tres
metros por encima de las paredes laterales, tenía incrustado un diseño
muy singular. Directamente en el centro había un disco de oro de por lo
menos tres metros con sesenta centímetros de diámetro. Lo llenaba una
brillante estrella de siete puntas, tocando con sus puntas la circunferencia
exterior, compuesta enteramente de diamantes amarillos, -una masa
sólida de Luz brillante y dorada -.
Irradiando desde este Sol Central, o disco, había dos anillos de color, de
treinta centímetros de ancho, formando una definida banda de Luz
alrededor de la estrella. De estas dos bandas una era de color rosicler y la
otra de un violeta intenso. El fondo contra el que descansaba esta estrella,
parecía como escarcha dorada, y la misma estrella semejaba despedir
largos rayos de fulgurante Luz cristalina.
Alrededor de este diseño estaban situados siete discos menores, cada uno
de sesenta centímetros de diámetro, representando los planetas de nuestro
sistema y los siete rayos de color, dentro del espectro de la Luz blanca. La
superficie de cada disco era suavemente aterciopelada, y solamente se
había usado el tono más claro y positivo de cada color.
Según supe más tarde, en ciertos momentos y para propósitos especiales,
los Grandes Seres Cósmicos derraman Sus poderosas corrientes de fuerza
a través de estos discos. Aquí son recibidas por Grandes Seres Iluminados
y generosos, conocidos como los Maestros Ascendidos de Luz, quienes
de nuevo las reenvían a la humanidad de nuestra Tierra. Esta radiación
afecta a los siete centros ganglionares dentro de cada ser humano, sobre
nuestro planeta, lo mismo que a la vida animal y la de las plantas. El
fondo del entero techo era del color de una muy brillante noche de luna
clara, aunque la superficie era altamente refractaria.
En el extremo central opuesto de la sala, y a unos diez metros y medio de
altura desde el piso de la propia pared, había un gran ojo, de por lo menos
sesenta centímetros, de parte a parte. Este representaba al â??Ojo de Dios
que Todo lo Veâ??, vigilando por siempre Su Creación, y de Quien nadie
puede ocultarse.
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