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domingo, 22 de marzo de 2015

La música en el pensamiento


La música en el pensamiento

Escrito por Lic Ramón D. Peralta



link: https://www.youtube.com/watch?v=Y2ZYC_LKdMg







Si realmente fuéramos racionales, inteligentes, deberíamos suicidarnos sin mas preámbulo que el saber que la muerte es el remedio a tanta destrucción. Ya somos 7.500 millones de habitantes de éste mundo. Eso explica en gran medida, por qué quedó tan poco espacio para el amor al prójimo. Habremos de anoticiarnos del apocalípsis, cuando los buscadores de internet hayan reemplazado definitivamente la imaginación humana. Y si hemos de insistir, habrá de inventarse algún día, una red social donde los hombres de poco hablar, puedan disfrutar del intercambio de silencios. La evolución así lo demanda.



Ningún lingûísta ni estructuralista, pudo intuir el poder que tiene la música en el pensamiento. Si fuera un buen filósofo, no estaría abusando de las palabras. Damos cuenta de lo ininteligible, cada vez que sentimos y nos emocionamos sin explicación alguna. Cuando los sentimientos tienen argumentación, es porque decidimos matarlos. Desde muchos años no se que decir, y me resiento por ello.



Aminoro la marcha rumbo a la muerte cada vez que escribo, y eso, no me conviene (no se que hacer). Mancho de tinta la incertidumbre, por desgracia, pienso frecuentemente en el suicidio, y eso, me mantiene con vida. No son pocas las veces que me pregunto, ¿por qué no logro resolver el acertijo? - si conozco el resultado final - ¿por qué me dejo vencer por los sentimientos?.

Puse puntos suspensivos a la desidia, quizás tenga suerte, y la indiferencia me sorprenda durmiendo. La vida es un inútil y estéril cúmulo de esfuerzos en pos de ignorar que la muerte es el único destino. Si tuviera mas atino, me dedicaría a dejarme vivir en la negación. Enfermedad incurable resulta pues, el saber que me miento en el consuelo, inventando subterfugios en el amor, la paternidad y el desasosiego. Pero la música me ayuda a olvidar, no encuentro mejor manera de sucumbir ante la realidad. Si he de morirme, que sea en la eternidad.

Si aun preservo el interés por la vida, es porque aun hay cosas que no se de mi, estoy harto de eso.

Me doy una oportunidad cada vez que me alejo - y veo desde lejos -, al niño que aun hay en el viejo. Quizás de eso se trate la vida, simular estar ante un espejo; que a veces es opaco y a veces, reflejo.

La inteligencia humana yace así, paradoja. Emociones que pugnan, racionalidad que enoja. En la antifilosofía encontré la llave, la guía; recorrer un arduo camino que conduce a ninguna parte, teofanía. Pero si la vida carece de un sentido que gire en torno a la racionalidad, habré pues, de inventar el fundamento que me ampare ante el devenir infame de la libertad de estar, solo por estar. Lo que no tiene asidero alguno, es subyugarse intelectualmente tras lo material. La vida es una emocionante aventura que solo vale como tal por el simulacro, serendipia póstuma. Pon un poco de buena música y que siga el desconcierto.

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