"Es sorprendente el número de tonterías que se pueden creer temporalmente si se aísla uno demasiado tiempo del pensamiento de los demás, sobre todo en economía (así como en las otras ciencias morales), en las que con frecuencia es imposible poner a prueba de manera definitiva las ideas propias, ya sea formal o experimentalmente.â??
 (J. M. Keynes, 13 de diciembre de 1935, Prólogo de su obra â??Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dineroâ??)
Se denomina liquidez en economía, a la cualidad de los activos para ser convertidos en dinero efectivo de forma inmediata sin pérdida significativa de su valor.
John Maynard Keynes (economista británico, considerado como uno de los más influyentes del siglo XX, 1883-1946), consideraba la liquidez como un fetiche propiciado por las instituciones financieras, que le otorgaban un poder que en la realidad económica no poseía, y que terminaba obstruyendo la colocación del ahorro en bienes de capital fijo, que por su propia naturaleza no podían ser líquidos, al no poderse convertir fácilmente en dinero efectivo. Para Keynes, éstos últimos son la verdadera base de la riqueza en una economía capitalista.
Exactamente, lo expresa así: â??Entre las máximas de la finanza ortodoxa, ninguna, seguramente, es más antisocial que el fetiche de la liquidez, la doctrina según la cual es una virtud positiva de las instituciones de inversión concentrar sus recursos en la posesión de valores â??líquidosâ??. Olvida que las inversiones no pueden ser líquidas para la comunidad como un todo.â?? (página 142 de â??La teoría general de la ocupación, el interés y el dineroâ??, publicada en 1936).
En la obra citada, Keynes explica que si bien es natural suponer que todo acto de un individuo que lo enriquece (sin que aparentemente quite nada a algún otro) debe también enriquecer a la comunidad en su conjunto, ello no se produce. Porque las motivaciones que dan lugar a una determinada conducta económica, son diferentes a las que darían lugar a otras, relacionándose en forma compleja. Por consiguiente, todo análisis simple de las variables económicas nos dará fórmulas inacabadas y sólo teóricas, que no serán comprobables a través de la experiencia.
Según su análisis, si la inversión en lugar de atender las reparaciones y renovaciones del equipo de producción, se guarda en activos líquidos, el efecto es impedir el crecimiento. Lo mismo si la ayuda asistencial a los desocupados es financiada por préstamos, aunque paradójicamente (asentados en el principio ortodoxo del fetiche de la liquidez) se acepte socialmente con más facilidad, la ayuda asistencial que la financiación de mejoras que dan un rendimiento inferior al tipo corriente de interés, aunque sean éstas últimas las que produzcan un crecimiento económico real.
En esta línea de razonamiento, entiende la tasa de interés como la recompensa por desprenderse de la liquidez. Y esgrime como un error, el suponer que los cambios probables en el valor del dinero reaccionan directamente sobre la tasa de interés, en vez de hacerlo sobre la eficiencia marginal de un volumen dado de capital, porque el incentivo para la producción depende de que la exigencia marginal de un volumen dado de capital, aumente relativamente a la tasa de interés.
Lo ejemplifica así: â?¦â??la tasa de interés determina el punto hasta el cual llegarían las nuevas inversiones, dada la curva de eficiencia marginal del capital. Si la tasa de interés es del 3 %, esto quiere decir que nadie pagará £ 100 por una máquina, a menos que espere añadir £ 3 a su producción anual neta, después de haber deducido los costos y la depreciaciónâ?¦ depende del rendimiento probable del capital y no sólo del rendimiento corriente.â??
Así, el secreto del movimiento de variables, estará dónde colocamos el incentivo, porque en definitiva la ecuación económica, tiende siempre a igualarse en su resultado final. Para el economista británico, hay una condición necesaria sin la cual, no podría haber preferencia de liquidez por el dinero como medio de conservar riqueza: la existencia de una incertidumbre respecto al futuro de una tasa de interés. Si es positiva para las deudas de cualquier plazo, ha de ser siempre más ventajoso comprar una deuda que guardar dinero como reserva de valor, a condición que haya un mercado organizado para comerciar con deudas. La curva de preferencia por la liquidez que liga la cantidad de dinero con la tasa de interés es dada por una curva suave que muestra cómo esa tasa va descendiendo a medida que la cantidad de dinero crece. Esto no sucederá si las preferencias por la liquidez del público, aumentan más que la cantidad de dinero, y mientras puede esperarse que, ceteris paribus, un descenso en la tasa de interés aumente la inversión, esto no sucederá si la curva de la eficiencia marginal del capital baja con mayor rapidez que la tasa de interés; y mientras es de suponer que, ceteris paribus, un aumento en el volumen de inversión haga subir la ocupación, esto puede no suceder si la propensión a consumir va en descenso.
Es muy importante distinguir claramente el concepto de liquidez que maneja Keynes en su obra, para poder entender su afirmación en el contexto correcto. En su teoría, el concepto de atesoramiento puede considerarse como una primera aproximación al de preferencia por la liquidez, es decir la propensión a atesorar, que no es la tenencia real de efectivo. Porque la cantidad de dinero circulante no está determinada por el público. Así, la tasa de interés ha sido generalmente considerada como la recompensa por no gastar o por ahorrar, cuando en la teoría keynesiana, es en realidad, la recompensa por no atesorar.
Sus principios económicos, siguen utilizándose para analizar escenarios de mercado actuales, y así varios economistas prestigiosos concluyeron que la crisis económica internacional del 2007/8, tuvo como principal motivador la excesiva liquidez existente en el mercado de EEUU. Según este argumento, un sistema financiero rebosante de excesiva liquidez está abocado a meterse en problemas, ya que la liquidez excedente tiende a colocarse en inversiones de dudosa calidad, arrastrando en su fase final a todo el mercado. En los primeros años anteriores a la crisis, la Reserva Federal propició un ambiente de tasas de interés extremadamente bajas que favoreció una expansión extraordinaria del crédito, alimentando así el fetiche de la liquidez del que hablaba Keynes: la búsqueda frenética y simultánea de liquidez por parte de todas o casi todas las instituciones financieras a lo que conduce es la iliquidez en el sistema como un todo
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