Guillermo Carnero Arbat (Valencia, 1947), poeta perteneciente a la corriente de los novísimos, una de las más reconocidas y relevantes en la poesía española contemporánea; es profesor e historiador de las literaturas dieciochesca y decimonónica (con particular énfasis en el Romanticismo), y ha investigado también el arte de las vanguardias.
Tres poemas de su primer libro.
Dibujo de la muerte (1967)
BOSCOREALE
Beatriz Cenci murió a los dieciséis años, en mil quinientos noventa
y nueve.
A veces basta el roce de un periódico sobre el asfalto humedecido por
la noche
para que surjan del légamo serpientes resbaladizas como el musgo
que hace que los deseos, que ni siquiera fueron más que un divertimento
displicente,
sean en los ojos de las estatuas desnudas en la nieve
un suave abandono, una vaga sonrisa mientras se sirve el cocktail.
No recuerdan las losas nuestro paso; no queda
ni una señal sobre su superficie.
Haber rodado como muertos planetas insensibles
o haber muerto en el punto más alto de la vida. Porque así no vendría
el recuerdo, con sus gestos de trágico de feria,
agitando sus trapos remendados
----su retrato sigue perdiendo color en el Palacio Barberini
o al menos allí estaba en mil ochocientos veintitrés, cuando lo vio
Stendhal----
arrastrando su peluca de cascabeles por el limo,
agitando el fondo de las aguas estancadas
como las acacias que soñó Rousseau, en el valle del Bièvre.
Retrato de Beatrice Cenci de la colección Barberini.
TEMPESTAD
Giorgione.
Una paloma en llamas aparece
de súbito, Desgarra incandescente
la daga las pupilas del halcón.
Escamas plateadas, coseletes
de púrpura, la pluma de airón barre
el oro y el azur. Desnúdate
bajo la verde bruma de este sauce
y serás fácil presa para el rayo.
Desnudos son los árboles, desnudos
los juncos en el río. Ruedan blancos
nenúfares cortados, aletea
acá y allá la espuma. Entre la fronda
emergen las luciérnagas, pupilas
que temen a la luz. Cae una gota
sobre el helado filo de las lanzas.
Emergen en el mar, sobre tu piel,
puñaladas de frío. Si las ramas
te acosan, si las víboras descienden
a la sedosa curva de tu pecho,
si atenaza tus sienes una hilera
de vírgenes corolas, mercuriales
y cítisos azules, no liberes
el nácar de tu pie. Pronto, en lo oscuro,
teñirán los fulgores de la antorcha
el roce de la seda.
Rugirán a los cielos las gargantas
abrasadas de sangre. Los arroyos
lavarán los sangrientos cortinajes
y el cálido plumón pisoteado.
Un concierto de garras y zarcillos
ambiciona tu cuerpo.
Los laureles
gotean, y en el tibio sol retozan
blanquísimos caballos, con guirnaldas
de flores en la grupa
La Tempestad, obra de Giorgione, hacia 1518.
PLAZA DE ITALIA
De Chirico.
Es tan sólo una geografía de dormidos cadáveres de níquel lo que se
nos ha concedido.
Una anatomía trazada por imborrables cuchillos de luna.
Como los ojos extrañamente sorprendidos ----a pesar de una tenue
indiferencia que recuerda el paso de los siglos----
de las muchachas apoyadas en el pretil de los puentes en los primeros
días de las postguerras,
en la noche estancada todas las cosas detienen el delirio de sus límites
como el puñado de pequeños objetos y baratijas que sobre una manta
---dedales, alfileteros y flores de papel----
ancianas de ojos opacos venden en las plazas los días de fiesta,
aseguran al viajero que están recién fregadas las losas de la plaza
y que podrá, entre los pórticos abiertos a todos los caminos de la tierra,
extender sobre las piedras pulidas por el vaho de la luna
el reducido bagaje de su amor no correspondido, de su soledad vieja
como el mundo,
el reducido puñado de figurillas y papeles arrugados
con los que comerciar quizás un poco de amor compartido,
que podrá rodear despacio y abrazar con sus ojos esa frágil reciedumbre
de las cosas
que, por una vez, en el tiempo detenido, van a ser su patrimonio.
Sí, van a ser su patrimonio, como la paloma que aquel niño grabado en
la piedra
acercó a su boca a la hora de morir,
como los labios de las modelos lacerados sobre los carteles
un día cualquiera al amanecer, mientras la luz detiene sus carámbanos
sobre las losas de esta plaza, arrullando
la sombra detenida de los arcos y el mármol pulido de las columnas,
arrullando los arcos hasta el sueño.
Giorgio de Chirico, Plaza de Italia. Ã?leo sobre tela, 1913.
El tipeo es mío, traté de mantener la versificación original del autor.
jueves, 9 de abril de 2015
El mejor de los Novísimos( un gran poeta).
Redactado por: Anónimo
Mi nombre es Christian y actualmente estudio Computacon e informatica, tengo este blog, porque me gustan el diseño y sobre webs, espero disfruten del contenido de sitio y pueden informarse todo lo que puedan. .
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