Lo cierto es que vivimos rodeados de afirmaciones que aceptamos como verdaderas aunque no podamos siquiera explicar porque lo son, verdad que queda sutil y vergonzosamente expuesta de manera inevitable cuando organismos apenas en desarrollo aturden nuestro sentido común e inteligencia con preguntas tan profundas como sencillas.
Si no creen que esta afirmación sea cierta, basta con que traten de explicar a un niño de unos cuatro años cosas tan comunes y tan simples como; por qué cae la lluvia, como es que vuelan los aviones o que es un beso. Podríamos intentar describir como un pequeño grano de polvo reúne moléculas de agua a su alrededor para ser atraído por la gravedad, o explicar las leyes aerodinámicas que hacen que durante el vuelo un avión pese menos que el aire, y hasta podríamos argumentar mil razones válidas para convertir al beso en la expresión de una que otra emoción, y aun así no quedarían satisfechos los inquisitivos duendecitos que todos llevamos dentro, y está claro que tampoco lo estaría el niño.
Pero gracias a Dios este no es un manual para responder dichas preguntas, hacerlo no tendría sentido y si lo tuviera lo más posible es que ningún niño de cuatro años lo leería, aunque seguramente preguntarían porqué lo estás leyendo. Así que como es más fácil hablar de cosas complicadas e ilusorias con un niño, es con ilusiones y una no muy complicada narrativa que les voy a contar las historias inéditas e inciertas de personas reales, historias que alguna vez -de una u otra manera- me contaron también.
Espero que disfruten el viaje por los extraños mundos que solo mentes como las suyas queridos lectores, podían comprender.
Si no creen que esta afirmación sea cierta, basta con que traten de explicar a un niño de unos cuatro años cosas tan comunes y tan simples como; por qué cae la lluvia, como es que vuelan los aviones o que es un beso. Podríamos intentar describir como un pequeño grano de polvo reúne moléculas de agua a su alrededor para ser atraído por la gravedad, o explicar las leyes aerodinámicas que hacen que durante el vuelo un avión pese menos que el aire, y hasta podríamos argumentar mil razones válidas para convertir al beso en la expresión de una que otra emoción, y aun así no quedarían satisfechos los inquisitivos duendecitos que todos llevamos dentro, y está claro que tampoco lo estaría el niño.
Pero gracias a Dios este no es un manual para responder dichas preguntas, hacerlo no tendría sentido y si lo tuviera lo más posible es que ningún niño de cuatro años lo leería, aunque seguramente preguntarían porqué lo estás leyendo. Así que como es más fácil hablar de cosas complicadas e ilusorias con un niño, es con ilusiones y una no muy complicada narrativa que les voy a contar las historias inéditas e inciertas de personas reales, historias que alguna vez -de una u otra manera- me contaron también.
Espero que disfruten el viaje por los extraños mundos que solo mentes como las suyas queridos lectores, podían comprender.
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