¿Necesitamos billetes de doscientos y quinientos?
La presión en los medios de comunicación dominantes por la creación de billetes de más alta denominación que los ya existentes (de $200 y $500, pero algunos se atreven a hablar incluso de un billete de $1000) es intensa. Según esos medios y los economistas liberales a su servicio, en vez de renovar los billetes actuales de $50 y $100, deberíamos emitir nuevos, de más alto valor, porque los precios en el mercado harían imposible la vida del que quiera comprar o vender.
Ciertamente, el que intente realizar transacciones en efectivo por unos miles de pesos encontrará que es algo incómodo hacerlo por la gran cantidad de metálico que demandará. Sin embargo, este modo de ver las cosas está manipulado por intereses inconfesables. Como todo lo que suelen expresar los medios en todo el mundo.
En primer término, la existencia de billetes de alta denominación solo favorece la evasión de impuestos y la fuga de divisas. Al facilitar grandes operaciones en efectivo, estimula la economía informal (â??en negroâ??), el transporte de dinero no declarado y proveniente de actividades ilegales. En Europa existen los billetes de â?¬200 y â?¬500 y, sin embargo, debido a que la economía está estancada y los salarios son muy bajos, ningún trabajador jamás los ve, es casi dinero mítico para la masa de la población europea.
¿A quién favorece esta situación? A unos pocos, entre ellos a las mafias (que en Europa abundan): los mafiosos italianos y los del Este europeo pueden mover con facilidad enormes caudales por todo el continente sin hacer demasiado bulto. Pero también favorece al que hace transacciones de cientos de miles de euros sin ser detectado por el fisco y al que especula con la moneda. Pierden el Estado y todos los que dependen del Estado para tener una existencia digna, es decir, las clases populares.
El otro interés inconfesable que mueve el reclamo por billetes de $200, $500 y $1000 es la devaluación. Hace años que Argentina viene resistiendo a los ataques especulativos cuyo fin es lograr una megadevaluación que venga a liquidar de una vez por todas el valor de los salarios y propicien, de la noche a la mañana, unas ganancias extraordinarias para el capital privado, sobre todo para el capital financiero. La existencia de esos billetes tan grandes sería materializar dicha devaluación, estimularla en el sentido común y volverla, de este modo, aceptable a los ojos de la opinión pública.
No necesitamos, por lo expuesto, billetes de más alta denominación, sino todo lo contrario: debemos avanzar hacia la completa formalización de la economía y que el dinero en metálico tenga por única finalidad la de ser cambio chico; billetes y monedas únicamente para las operaciones cotidianas, las del kiosquito, las del remis y las de las propinas. Todas las demás deberían realizarse con tarjetas y transferencias, para que puedan rastrearse, inhibiendo así los delitos de orden económico, fiscal y de los otros.
Un país con mucho dinero en efectivo no es necesariamente un país más rico; en la mayoría de los casos ocurre justo lo opuesto, es decir, existe un exceso de papeles de color que pierden todo su valor real. Podríamos pensar en la Alemania del preguerra donde, según las crónicas, iban con carretillas llenas de â??dineroâ?? a comprar el pan. Pero no es necesario alejarse tanto de nuestra realidad: entre 1985 y 1992, la moneda de nuestro país fue el Austral. Sobre el final de su corta y penosa trayectoria, esa pobre moneda llegó a acuñarse en la denominación de â?³500.000. Sí, billetes de medio millón de australes que, si mal no recordamos, terminaron valiendo poco y nada.
lunes, 6 de abril de 2015
¿Necesitamos billetes de doscientos y quinientos?
Redactado por: Anónimo
Mi nombre es Christian y actualmente estudio Computacon e informatica, tengo este blog, porque me gustan el diseño y sobre webs, espero disfruten del contenido de sitio y pueden informarse todo lo que puedan. .
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